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Anthony Edwards, la estrella de la NBA que brilla en redes sociales

Si tuviéramos que elegir un personaje principal en el mundo de la NBA, ¿quién sería? Un candidato es Anthony Edwards.


Si algo puede darse por sentado en una línea de tiempo de cualquier persona, es el cambio permanente. Nada es igual ni para siempre en el transcurso de una vida. Quien escribe estas líneas está muy lejos de intentar revelar su edad, sin embargo, y a esta altura de mi existencia, soy capaz de atestiguar la transformación de lo que alguna vez fue cotidiano en algo diferente.

Pongo un ejemplo.

Puedo distinguir que, durante mi infancia, los héroes habitaban más en los libros que en otros lugares y los había de todo tipo. Así conocí, a través de la literatura del genial Julio Verne, a aventureros que era capaces de dar la vuelta al mundo en 80 días, a otros que realizaron un increíble viaje al centro de la tierra y hasta viajeros desde la tierra a la luna.

También me hice amigo de detectives como Sherlock Holmes o Philip Marlowe a través de las plumas brillantes de Sir Arthur Conan Doyle y Raymond Chandler. Pero ellos, a pesar de seguir vivos dentro mío, también terminaron siendo reemplazados por otros.

Por un tiempo convivieron con héroes con capas que la TV nos regalaba. Así aparecieron El Zorro con su caballo negro y su espada justiciera, también Batman (el primero y no el del cine de Hollywood) o un periodista llamado Clark Kent que, gracias a la kriptonita y una capa, se transformaba el Superman y hasta podía volar.

Pero en tiempos de redes sociales y Tik Tok, esos personajes han caído en el olvido. Los héroes de ahora suelen ser de carne y hueso, reales, que escriben sus hazañas en su vida cotidiana.

Hoy, los deportistas suelen tener muchas posibilidades de transformarse en héroes, aunque su vigencia en el mundo virtual suele ser corta y en algunos casos, de peaje y experimental.

Si tuviéramos que elegir un personaje principal en el mundo de la NBA, ¿Quién sería? Los requisitos deberían ser los de un jugador joven, líder, de juego espectacular, de comportamiento arrogante dentro de la cancha, aunque con la capacidad de conocer su lugar en la historia cuando está fuera de ella y con algunas condiciones especiales como no temerle a nada ni nadie. ¿Se les ocurre un nombre?

A mí me viene a la mente el de Anthony Edwards.


El 23 de diciembre del 2020 se produjo el debut de Anthony Edwards con Minnesota Timberwolves, equipo que lo había drafteado con solo 19 años con la primera selección. Fue triunfo ante Detroit Pistons por 111 a 101. Su planilla la completó con 15 puntos, 4 rebotes e igual cantidad de asistencias en 25 minutos saliendo desde la banca y así la historia empezaba a escribirse.

Desde entonces, Minnesota fue subiendo escalones para alejarse de la mediocridad de tener selecciones altas de draft temporada tras temporada, hasta transformarse en contendiente. En sus cinco años de carrera, Edwards fue pilar importante para ayudar a su equipo a llegar a playoffs, pero en los últimos dos, resultó ser el líder absoluto que los hizo avanzar hasta las finales de conferencia en el salvaje Oeste.

Tomando sus estadísticas de temporada regular, año tras año fue subiendo su promedio de puntos pasando de ser 19.3 en su año de novato, hasta los 27.6 de promedio en la 2024/25. Y como los buenos héroes de antaño, siempre está sano y disponible para nuevas hazañas. En las últimas tres temporadas, solo se perdió 9 de los 246 partidos que disputaron los Wolves.

A sus 23 años, ya sabe lo que se necesita para ser líder de un equipo contendiente y hasta conoce el sentimiento de ganar una medalla de oro en Juegos Olímpicos (Paris 2024) con su país siendo titular en un equipo plagado de estrellas.

Su talento y personalidad le ayudaron a ganarse el respeto de sus colegas y, especialmente, el derecho a ser considerado estrella en el mundo de la NBA. Su espectacularidad a fuerza de volcadas, tiros ganadores y hasta triples heroicos, le valieron para ganarse un lugar privilegiado y casi permanente en las redes sociales. Por lo tanto, el requisito de tener un juego espectacular quedó sobradamente probado.

Uno de los momentos salientes de su presencia en redes fue hace poco más de un año cuando lo compararon con Michel Jordan por la similitud de ciertos movimientos. Posteos de diferentes jugadas de uno y otro alimentaron el debate, aunque claramente el mismo carecía de sentido. Si bien sus estilos tenían ciertos aspectos en común, la comparación con Jordan resultaba absurda por más que las estadísticas de ambos a los 22 años también mostraban cosas en común.

Así lo entendió Edwards también, quien rápidamente puso paños fríos a la cosa al decir claramente que Jordan “es el mejor jugador de la historia y yo estoy muy lejos de él. Ni siquiera estoy cerca. Solo quiero que paren con esto y que dejen de compararme con Michael Jordan”. Allí también quedó demostrada su capacidad para aceptar su lugar en la historia, otro de los requisitos que mencionábamos al inicio de la nota.

Sin embargo, esa humildad que mostraba con su mencionada declaración contrastaba con otras declaraciones suyas cuando sostenía con admirable seguridad que Michael Jordan “no podría marcarme”. La arrogancia, parte esencial de cóctel que se necesita para ganarse un lugar de privilegio en las redes sociales, también decía presente.

Amante del “trash talking” con sus rivales dentro de la cancha, sus burlas hacia ellos cuando termina una jugada que los deja expuestos, sus batallas verbales contra otras figuras de la NBA, el troleo en las conferencias de prensa hacia periodistas (como cuando eliminaron recientemente a los Lakers en la primera ronda al decir que “hablaban de Lakers en 5 juegos, pero tendrían que haber dicho Wolves en cinco”) y también sus festejos en la propia cara de los fanáticos cuando juega de visitante, llenan otro casillero necesario para brillar en redes sociales.

Pero quizás lo que lo va a mantener vigente en el mundo virtual es que en esta temporada ha sido un verdadero destructor de estrellas desde que terminó la temporada regular. En el play-in se enfrentó a Kevin Durant y le ganó; luego, en primera ronda de playoffs, midió fuerzas con LeBron y los Lakers con el mismo resultado: James se fue de vacaciones antes de lo deseado.

Finalmente, aunque bajo circunstancias diferentes debido a la lesión del Chef, Stephen Curry también fue testigo como AntMan y los Wolves eliminaban a sus Warriors. La lista podría acrecentarse si sumamos a Kevin Booker, el escolta de Phoenix que fue compañero suyo en el equipo olímpico de Paris 2024, y a Luka Doncic.

Este es el detalle que lo diferencia y que lo separa de otras figuras jóvenes, aunque todavía le quede por delante lograr ganar un anillo. Pero aún le queda tiempo para concretar ese gran desafío.


Anthony Edwards ha crecido de manera consistente desde que llegó a la NBA. Llegó como un chico con posibilidades de consolidarse en la liga donde juegan los mejores del mundo, pero ha logrado mucho más que eso.

A fuerza de talento, este chico de apenas 23 años ha demostrado dentro de una cancha que, pese a su corta edad y una carrera de apenas cinco temporadas, puede mirar a los ojos a los mejores del momento y que, en la vida real, tiene la oportunidad de convertirse en uno de los exclusivos al que la historia le reservará un lugar en el Olimpo de los grandes.

Es verdad que muchas cosas pueden cambiar en un momento determinado y que, por esa razón, nada puede garantizarse. Pero lo que no se puede obviar en el presente es que va por el camino correcto.

El tiempo será testigo si se convertirá o no en un héroe para las generaciones actuales, de la misma manera que aquellos personajes ficticios lo fueron en la infancia de quien escribe.

Pero lo que sí se puede afirmar es que, en la constelación del mundo virtual de hoy en día, Anthony Edwards brilla con luz propia y que no parece ser una estrella fugaz. Más bien todo lo contrario.

De momento, su fama en el lugar donde hoy en día habitan los héroes se consolida y hasta amenaza con durar por mucho tiempo.

Acaso desafiando a un mundo en el cual el valor de las cosas es efímero y en el que todo puede convertirse, en el corto plazo, en algo desechable y provisional.

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