Dicen que nadie le gana al Padre Tiempo, pero si los Warriors se alzan como campeones este año, habrán logrado precisamente eso.
Esta es la historia de un triunfo contra el tiempo. Una batalla pulgada a pulgada por pertenecer. Stephen Curry, Draymond Green, Jimmy Butler III. Tres veteranos. Tres mosqueteros. En la tierra del triple, en el deporte que hizo de este número un argumento de insistencia y puntería, tenemos tres.
Siempre tres.
Los playoffs como escenario de batalla. La nostalgia que se abraza con el presente.
No te vayas nunca, campeón.
El peso pesado cansado vuelve a subirse al ring para demostrarle al mundo que aún puede. Que una mano a tiempo provocará el nocáut, que con un chispazo a tiempo podrá cambiarlo todo. Esperen, no tan rápido. Es ahí. Es ahora: el momento justo para conseguirlo. Bienvenidos a la NBA que se va contra la NBA que viene. Porque en el otro banco del cuadrilátero se acomoda el protector bucal Anthony Edwards. El matagigantes. El que se cargó a Kevin Durant el año pasado, a LeBron James en este, y que ahora va por Curry.
Ojos de lince, piernas finas, sangre nueva. ¿Quién da más? En San Francisco, el pasado quiere aferrarse al presente. En Minnesota, el futuro opone resistencia para despegar. La física es la ciencia que explicará lo lógico. Tire y empuje. Pero será la química, al final de la noche, la que nos permitirá reconocer el resultado final.
Los Golden State Warriors sobreviven en la NBA con experiencia. Con oficio. Sin un centro definido, son los arqueros los que conducen al triunfo. Cuando no es Curry, es Buddy Hield, o Brandin Podziemski. La estrategia de Steve Kerr se apoya en formaciones bajas, pero hay algo que excede la táctica y la estrategia: descansan en el carácter. En el alma de un equipo inolvidable. Green es la defensa, el lado oscuro, el factor X de todo equipo que se digne a querer ir por encima de sus posibilidades. Y Butler, reemplazante en la dinastía de Klay Thompson, es un jugador extraído de la década del '90: en la tierra del triple, él es el doble. En la era de la larga distancia, él es la media.
El corazón tiene razones que la razón no entiende.
Como pasó ante los Rockets, los Warriors irán de punto ante cada rival que toque. Porque en la radiografía de cada serie, de ahora en más, tendrán menos potencial real. Lo sabemos. Lo saben. Pero harán el extra para demostrar lo contrario. Porque en el deporte, como en la vida, hay que saber perder. Pero también hay que saber ganar, algo que demostraron el domingo en el Toyota Center de Houston y pretenden seguir haciéndolo ante talentos que se presentan más jóvenes y más rápidos.
Estos Warriors realmente son guerreros. Porque son humanos, pero emprenden un desafío que le corresponde a los dioses. El sueño imposible del regreso. Su competencia real, movilizante, de ensueño, es contra el calendario. En cada triple de Curry, en cada defensa de Green, en cada alarido de Butler hay una rebelión contra las cadenas invisibles que traen consigo el paso de los años. Harry Houdini, en bucle, liberándose de los cerrojos ante el asombro de los presentes. Volver a correr como a los 20 años. Bajar la ventanilla y recibir el viento sobre la cara. Sentirse inmortal por las noches. Amanecer con la página de la vida en blanco.
Sentir que el mundo todavía nos pertenece.
Los Warriors juegan, de algún modo, con nosotros de escudo. Con la armada de 40+, que acompaña esta travesía hacia El Dorado desde el sillón del living de cada casa. Entre niños que esquivan controles remoto. Con algunas canas que se rebelan, impunes, frente al espejo. Somos los que sabemos quié.nes fueron. Somos los que conocemos, en carne propia, el sacrificio y esfuerzo que están haciendo para volver a ser.
Los amantes de la lógica, los seguidores acérrimos de las matemáticas frías, serán elocuentes en la conclusión: no se puede vencer al tiempo. Nosotros, los que defendemos la literatura y la poesía, los que creemos que los milagros pueden conquistarse desde la forma, valoraremos el hecho principal de esta búsqueda a priori estéril: intentarlo. Contra todo.
Contra todos.
La puntería infinita de Stephen Curry, el hombre que cambió el juego. El básquetbol criado en la calle de Jimmy Buckets. El modo Darth Vader de Green. Queremos que los Warriors, los de ayer, los de hoy, los de mañana, vivan para siempre.
¿Imposible? A donde vamos, no existen los imposibles. Bienvenidos, queridos amigos, a los playoffs de la NBA.
El espacio de tiempo en el que lo maravilloso, lo impredecible y lo improbable, sucede.